Nombre del Juez: Radamanthys
Nombre del Recipiente Humano: Frederick Mars
Edad (juez): Indefinida
Edad -Humano-: 27 Años.
Rango: Juez del Inframundo
Surplice: Wyvern
Lugar: Estrella celeste de la Furia
Ubicación: Primera Esfera: Caina
Procedencia del Recipiente: Estados Unidos, New York
Altura: 1.98
Peso: 85 kilos.
Complexión Física: Hombre alto de tez morena, posee una musculatura marcada y muy desarrollada en parte debido a su profesión previa a despertar como Marine, no posee tatuajes en su cuerpo solo algunas ligeras cicatrices marcadas en la zona de su espalda, hombros y muslo izquierdo que son recuerdos de esta vida que como humano había llevado hasta aquel día de su despertar. Tiene el cabello largo y castaño oscuro suelto llega hasta su cintura mientras mantiene un flequillo corto en la región de su rostro que en oportunidades cubre este, sus ojos son castaños rojizos.
- Apariencia Física:
Personalidad: Frederick es de un carácter serio pero sumamente arrogante, usualmente esto se refleja en su semblante que se muestra serio hasta que una sonrisa bastante engreída hace gala en su rostro. Tiende a ser impulsivo y de pésimo carácter cuando esta de mal humor –casi siempre esta de mal humor-, le gusta seguir sus propias normas, ese es el sentimiento de libertad que le encanta sentir, el sentimiento que más desea conservar, este tipo de comportamiento significo su retirada del cuerpo de infantería de Marina aun cuando sus oficiales amaban verle en combate pues parecía el soldado perfecto ya que disfrutaba del combate en toda su magnitud, elemento que aun persiste en su forma de ser.
Como juez asume ciertas cualidades de aquel Cretense que en la antigüedad fungiera como Juez en el inframundo, pero aun así mantenía aquel comportamiento característico de Frederick convirtiéndose así en una amalgama entre el juez más implacable y el guerrero de mal carácter, un Wyvern en pocas palabras.
Historia:El sonido de los autos por doquier, sirenas de patrullas de policía, llanto de bebes y uno que otro disparo era lo único que se podía escuchar en aquel vecindario tan famoso de aquella ciudad que era casi legendaria por su vitalidad pero también por el mal genio de sus habitantes, en la azotea de un viejo edificio de ladrillos se podía escuchar como el sonido de las hélices de un helicóptero resonaba en aquella oscura noche, el Bronx cobraba vida, en aquel lugar tan solitario la imagen de un hombre permanecía recostada a una pared de ladrillos de color anaranjado entre las sombras su mirada vagaba solo vistiendo una chaqueta de cuero negra, una camiseta negra y unos jeans desgastados, estaba aguardando, la pregunta era… ¿A quien?
El sonido de aquel helicóptero hizo que regresara en sus recuerdos prácticamente a el inicio de su propia historia, ya que no muy lejos de aquel lugar había llegado a este condenado mundo, inmundo de los vicios del hombre y que el consideraba solo un lugar del cual deseaba escapar básicamente desde el día en que nació. Criado por una madre soltera y la calle Frederick fue un joven que desde pequeño se torno a si mismo en alguien con un temperamento bastante voluble y más por el lugar en donde vivía, pero aun con sacrificios su madre logro sacarlo adelante prácticamente obligándolo a terminar sus estudios pero una noche cuando regresaba de los entrenamientos del equipo de futbol americano algo sucedió en un callejón oscuro, unos sujetos estaban golpeando salvajemente a un hombre mayor pero Frederick trato de hacer caso omiso de todas formas, habría de morir tarde o temprano, de pronto escucho una voz femenina le reconoció de inmediato era su madre que fue impactada por una piedra en la cabeza cortesía de uno de aquellos sujetos.
La ira se apodero de Frederick un sentimiento con el que estaba familiarizado, por algo había optado para el equipo de su secundaria resultando ser un medio para descargar toda esa ira que acumulaba, en la humanidad de otros, pero estos sujetos no corrieron la misma suerte la ira del joven fue salvaje era como si estuviese poseído por algo al punto que aquellos sujetos quedaron con sus cuerpos casi que destrozados a golpes en un charco de agua estancada, sangre y algo que parecía ser su propia orina, cargando a su madre y ayudando a aquel anciano se retiro del lugar, pero comenzaba a sentir como aquellos edificios le asfixiaran detestaba vivir siguiendo reglas y menos estaba listo para lo que vendría a la semana siguiente.
El incidente de aquella noche lo condujo a prisión ya que uno de los sujetos que agredió brutalmente era hijo de un juez, un niño de familia que suponía que su estatus le eximia de cualquier crimen que cometiera, aquel día sintió por primera vez como su alma se destrozaba al ver sufrir a su madre pero aun así, mantuvo aquel carácter engreído y mal humorado al punto que le ofrecieron un trato ya que en la prisión donde lo custodiaban si acaso podían con él, pasaba más tiempo en confinamiento solitario que en su celda. El ejercito le extendió una solución hasta remunerada, su madre necesitaba dinero así que acepto, paso su sentencia sirviendo como infante de Marina siendo uno de los mejores en el campo, salvo por un detalle… su comportamiento.
Un día cerca del medio día, se encontraba patrullando desde un tejado en Bagdad todo lucía bastante tranquilo el calor era insoportable algunos juraban que pasaban los 50º, un suspiro se dejo escuchar y de la parte superior de aquel tejado se dejo ver Frederick quien había ascendido ya varios rangos en el ejercito en poco tiempo solo por su desempeño en el frente, se sentía cómodo en combate pero la sensación de satisfacción aumentaba cuando él era quien podía “enjuiciar” a aquellos que le atacaban, silbando una tonada se pone en pie escuchando el ruido de un vehículo lentamente toma su fusil y apunta, sin detener la animada melodía que cesa solamente al apretar el gatillo y ser cubierto por una nube de humo blanco, ¿el blanco?, una camioneta que llevaba a varios hombres armados disparando hacia las viviendas civiles, pero aparentemente no eran las ordenes que se le habían encomendado después de una acalorada discusión en el cuartel general, Frederick se marcho convirtiéndose en un prófugo ya que no había terminado su condena.
Deambulo desde la frontera de Irak hasta la propia Jerusalén, recorrió Europa y finalmente después de dos años de vagar sin rumbo, peleas callejeras, y un sinfín de experiencias regreso a los Estados Unidos, encontrándose una terrible noticia una bala perdida cegó la vida de su madre casi un año atrás, la condena que pesaba en su cabeza fue retirada a los pocos meses de haber sido enviado a Irak porque el hijo del Juez asesino a varios mendigos y fue encontrado en el acto, la luz de un reflector impacto su rostro, entrecerrándolos solo se separo un poco de aquella pared dando unos cortos pasos al frente elevando la mirada llevando su diestra sobre su cien como si buscase hacer una especie de visera observando como dos policías le apuntaban con armas largas en ese preciso instante sintió como su cuerpo se estremecia, una energía le rodeaba pero no podía verla, en su mente recuerdos e imágenes comenzaban a mostrarse, seguidas del potente rugido de una bestia que solo hizo que de los labios del hombre se desprendiera una sonrisa elevando su otra mano para mostrar un gesto ofensivo a aquellos Policias, que al intentar abrir fuego fueron sorprendidos al ver como Frederick elevaba su voz como un poderoso rugido que hizo tambalear la aeronave siendo solo seguido de un as de luz violeta que la hizo explotar por los aires.
Había despertado finalmente, después de un largo sueño había encontrado el recipiente adecuado para esta era una risa macabra se dejo escuchar en el aire, el sonido de las sirenas inunda el ambiente y las sombras comienzan a danzar siendo los incautos vecinos testigos del despertar de uno de los tres grandes, los generales del inframundo nuevamente estaban despertando, y él Radamanthys había encontrado a aquel que sería su representante en esta era.