.::El Escenario::.

La octava prisión. Mas allá del helado río Cocytos se encuentran las cuatro prisiones. Morada de los mas fuertes: Los jueces. La ultima prisión, La estrella Celeste del Valor, La Ptolomea. Residencia del juez mas poderoso de los tres. El Grifo.

Lo único que se oye son los gritos desgarradores de las almas condenadas que hacen eco en aquel paraje. Aquellos que son juzgados con mano firme e implacable por la jueza.

Continuando luego del blanco escenario un inmenso edificio se yergue imponente ante cualquier mirada. El color de la edificación es de un blanco marfil que, a pesar de la erosión del tiempo y las batallas que ha visto se mantiene en perfectas condiciones.

Subiendo la escalinata pueden admirarse a cada costado la figura de un grifo, símbolo guardián de aquel sitio. Las figuras perfectamente esculpidas en un color plata brillante, son las custodias de aquel tribunal. Detrás de estas las columnas se alzan inmensas para sostener la edificación. El tallado antiguo decora su superficie dándole aspecto de antiguo a pesar de que por su color y estado pareciera haber sido creado hacia poco tiempo.

Una segunda hilera de columnas protegía la parte frontal y lateral del lugar. Los ladrillos estaban perfectamente armados en total armonía con la construcción. La puerta de hierro macizo de un color plata oscuro tenia apenas unas joyas plateadas incrustadas para darle una decoración mientras un inmenso grifo dorado se componía cuando ambas hojas se cerraban. Dos rubíes simulaban los rojizos ojos del mitológico animal. Sobre la parte superior se mostraban algunas escenas de batallas para darle una imponencia aun mayor al templo.

Detrás de las puertas se encontraba el salón del juicio. Varias columnas sostenían el techo del lugar mientras el centro estaba despejado como el camino del pasillo de la muerte. Las paredes tenían aldabas con forma de manos humanas. De color negro que sostenían las antorchas que iluminaban el sitio haciéndolo lúgubre. Al final del espacio se encontraba un mostrador alto y de roble macizo. Un inmenso libro se encontraba abierto de par en par sobre un exquisito mantel de color azulado. Un sillón de respaldo alto, con un mullido almohadón aguardaba detrás del mostrador para que la portadora y dueña del lugar lo utilizara.

Hacia la izquierda y detrás del asiento una cortina de terciopelo caía hasta el suelo. De un color rojo oscuro que daba a la parte trasera del templo donde se encontraba el aposento de la personificación del grifo. Sobre una plataforma cuadrada de color blanco se encontraba la cama circular bien amplia estaba contra la pared. Con mantas de terciopelo color negro. El piso era de color cemento y frío. En las paredes se encontraban las mismas aldabas con antorchas que iluminaban el salón contiguo para dar luz a la habitación. Un diván negro se encontraba en otro costado con una pequeña mesa que poseía un tablero de ajedrez. Un espejo de pie estaba frente al diván, ocupando media pared, casi del techo al piso. Hacia un costado se encontraba una biblioteca bastante grande con volúmenes antiguos y pesados. Del piso al techo. A pesar de eso el cuarto estaba bastante vacío

Hacia la derecha de la cortina se encontraba un pasillo igual de desolado que daba a la salida del templo y el pase a la Giudecca. Morada de su Amo y Señor. El Dios Regente del Inframundo.

La oscuridad reinaba en aquel silencioso recinto. Apenas iluminado por unas antorchas de llamas azulescas. Me encontraba sentada en uno de los mullidos sillones con los que había decorado mi juzgado. La fina tela de la túnica blanca como la nieve se pegaba a mi figura y curvas como seda.

En mi mano derecha descansaba una copa de vino tinto, exquisito para cualquier paladar que supiera apreciarlo. Dejo escapar un suspiro antes de apoyar los pies descalzos sobre el suelo y ponerme en pie.

Dejando la copa sobre la pequeña mesa de pie de plata con mármol pulido encima, camino hacia el escritorio donde reposaba la pequeña libreta que me acompañaba siempre. Observándola, esbozo una sonrisa torcida.

-Con que aun no has despertado eh… Tal vez debería hacerle una visita a mi amigo… - Frunzo el ceño, antes de apretar los dientes – Seguro esta con esa burra…-

Dejo escapar un grito molesto, antes de golpear la delicada lámpara del escritorio para estrellarla contra el piso. Sentía mi sangre hervir de solo acordarme de ella. Estupida burra. ¿Qué era lo que le veía Abel a esa? Era una cualquiera, sin clase. Sin duda no se merecía su amor, ni siquiera merecía que la mirara. A veces no podía comprender a mi amigo.

Y su cabello…

Me estremecí de solo recordarlo. Un escalofrío recorrió mi columna. Había varias presencias en el inframundo que estaban despertando. Uno de mis hermanos y el lacayo de la perra regente. Podía sentir como aquella mujer también estaba por llegar.

Suspiro frotándome las sienes. De solo pensar en la presencia de ella comenzaba a dolerme la cabeza. Con pesadez vuelvo al sillón, recostándome tranquilamente sobre el terciopelo azul oscuro que hacia contraste con mi cabello y la túnica. Apoyando la mano sobre mis ojos decidí aguardar antes de visitar a mi pequeño amigo… Me sonreí con malicia.

Me divertía la idea de volver a verlos como en los viejos tiempos. Desde que habían huido nuestros caminos se habían separado y ahora irónicamente se entrelazaban otra vez. Dejo escapar una carcajada maliciosa, mientras vuelvo a tomar la copa.

Si… iba a ser divertido visitarlos… Iba a esperar a que la vaca de Pandora despertara para poder marcharme…

Off: Nadie se lo tome personal, no es contra ningún usuario, es solo que Minos es así y no quiere a nadie.

El silencio que reinaba en el templo comenzaba a hacerse tedioso. Bajo la mano de mis ojos, observando la cúpula del juzgado. A aquel lugar le faltaba algo de pintura. Poniéndome de pie con suavidad me estiro, haciendo sonar mis huesos de una manera poco femenina.

Podía sentir las pocas presencias que habían despertado en el Inframundo. Era hora de hacer una pequeña visita social.

Con una leve sonrisa en el rostro me dirijo a la salida del templo, para bajar hasta el primer juzgado que se encontraba en aquella prisión.

Regrese al templo silencioso después de aquella “charla” con el juez del primer juzgado. Aquello había sido un malgaste de saliva y tiempo. Sin duda no valía la pena intentar sociabilizar con el, era puros anabólicos y nada de materia gris dentro de su linda cabeza. Esta vez había reencarnado en puro físico Decepcionante.

Me quito la túnica blanca, tirándola sobre el diván, antes de que uno de los sirvientes se acercara y la tomara. Haciendo una reverencia para marcharse.

-Es hora de ver a la Pony y a mi amigo...-

Le hago señas a una de las doncellas para que me trajera ropa para cubrir mi desnudez antes de acercarme al escritorio donde descansaba aquel medallón en forma de estrella. Debería habérselo dado a Pandora cuando despertó pero ella tampoco merecía el privilegio de ver al Amo. Yo conocía a Abel y no iba a permitir que se metieran entre mi amigo y yo.

Me sonrío al ver la ropa que trae la joven mujer. Sin duda me conocía a la perfección Calzándome aquellos pantalones y la musculosa. Me pongo unos borcegos antes de guardar el medallón en una pequeña caja de caoba oscuro y partir hacia la tierra nuevamente.